Leyendas Urbanas sobre el Club del SIDA

Varias leyendas urbanas tienen origen en la desconfianza que genera una persona que es extranjera y de la cual no conocemos nada. Distintos grupos étnicos y geográficos se dan cita en las grandes ciudades, muchas veces manteniendo y a la vez mezclando sus costumbres originarias con las del lugar en donde se instalan a vivir.

Es el caso de la historia que circula con algunas variantes en torno a la enfermedad del SIDA. Algunas de las leyendas que circulan son las siguientes:

EL VIAJE A BRASIL

1 – Un hombre se va de viaje a Rio de Janeiro con intenciones de dar rienda suelta a sus instintos: caipiriña, mujeres… Se instala en un hotel, y va a bailar “Help” la discoteca más famosa de Copacabana, de la que se dice que cuando a las chicas se les pregunta el nombre responden “100 reales”.

Finalmente esta persona acuerda el precio con una mulata espectacular, y va con ella hasta el hotel, en donde se entrega a una noche de desenfreno. En la maratón amatoria, olvida -consciente o inconscientemente- de utilizar preservativos.

Cuando despierta a la mañana siguiente, la mulata ya no se encontraba en la habitación. Se levanta asustado, temiendo haber sido víctima de un robo, y revisa sus pertenencias. Todo está en su lugar: pasaporte, cheques de viajero, dólares, tarjetas de crédito…

Más relajado entra al baño a lavarse la cara, y en el espejo encuentra escrito con rouge: “Bienvenido al club del SIDA”

VIAJE DE INTERCAMBIO

2 – Una chica viaja a los Estados Unidos en un plan de intercambio estudiantil. Allí convive con una nueva familia que tiene dos hijos varones. Finalmente se enamora del hijo mayor, con el cual mantiene relaciones sin utilizar preservativos. Aparentemente todo está bien. Cuando finaliza su período de intercambio, la acompañan al aeropuerto. Allí su el joven le entrega una caja de regalo, diciendo que tenía una sorpresa, e insistiendo en que la abra solo cuando el avión hubiese levantado vuelo.

Luego de las despedidas de rigor la chica sube al avión y se acomoda en su asiento. Abre el paquete esperando encontrar alguna sorpresa agradable. En su lugar encuentra una rosa negra, con una tarjeta que dice “Bienvenida al Club del SIDA”

En ambos casos las intenciones son claramente moralizantes, y se relacionan con la prohibición de tener sexo con extraños/extranjeros. Estos relatos fueron muy fuertes hace algunos años atrás, cuando la falta de conocimiento sobre el SIDA y su prevención era aun mayor que ahora. Su fin es didáctico e intenta mostrar los peligros que advierte la sociedad, a la vez que muestra en forma expresa sus miedos.

Muchas veces existe un grado de compromiso con la víctima por parte de quien cuenta la historia: conoce a un amigo del primo de la víctima, al sobrino del médico que lo atendió… Estas relaciones tienen como objetivo lograr un mayor compromiso con la historia, si bien nunca se ha comprobado la existencia real de alguna de ellas. De hecho, es más importante el grado persuasivo que tienen (“no tengas relaciones sexuales con el extranjero”) dentro de la comunidad.

LA ROSA NEGRA

3 – Una alumna me contó que su primo viajó a Bariloche en viaje de egresados. Era un contingente de más menos 30 alumnos de quinto año de una escuela de Adrogué, los acompañaba el profesor de química. Todo iba bien. Hicieron las excursiones programadas y, cada noche, iban a un boliche distinto, las entradas también estaban incluidas. Uno de los compañeros conoció a una chica de Bariloche y, pasó con ella todos los días que duró el viaje. Se conocieron en el boliche y se enamoraron. Transaron y, cuando llegó el momento de la despedida con mucha onda intercambiaron direcciones y teléfono. El pibe volvió a Buenos Aires con la idea de llamarla o enviarle una carta, pero a las tres semanas de haber llegado fue él el que recibió noticias. Llamaron a su puerta. Era de un correo privado. El chico no estaba, así que su mamá fue la encargada de recibir la caja. Cuando llegó de la escuela, la caja estaba sobre su cama. Era alargada, rectangular, envuelta en papel de regalo con un gran moño rojo. La abrió apresuradamente. La caja contenía una rosa negra y una tarjeta con una inscripción que decía “BIENVENIDO A MI MUNDO. TENGO SIDA”. La firma de la chica cerraba el espantoso mensaje.

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