La maldición del Great Eastern

El barco "Great Eastern" fue sin duda una de los buques más grandes que nunca navegaron sobre los siete mares. Pero así mismo fue uno de los más marcados por la fatalidad. Su maldición comenzó incluso antes de su botadura bajo debido al fantasma de uno de los obreros que había trabajado en su construcción y que murió en él.


El creador del buque, Isambard Kingdom Brunel, era un hombre con una contrastada experiencia en puentes y ferrocarriles. Incluso tuvo la idea de construir una ciudad flotante que relacionaría Londres con el resto del mundo. En aquella época, los arquitectos navales habían ya concebido y producido buques de línea de un peso alrededor a las 3.000 toneladas. 

Pero el Great Eastern de Brunel dejaba muy atrás a todo lo que se había construido hasta la época, con un calado estimado de 100.000 toneladas. Diez calderas enormes alimentadas por 115 hornos activaban dos ruedas de álabes de 10 metros y un propulsor de ayuda de 7 metros. Pero desafortunadamente el barco estaba maldito.

En el momento de la comida el día de su botadura, Brunel invitó a todos los obreros que habían participado en su construcción pero faltaba uno: un carpintero que había trabajado en la separación doble de la cala. 

Como ya hemos dicho, desde el principio el barco no ofrecía buenos presagios.  La botadura y el lanzamiento del buque no siguieron el guión previsto inicialmente: el volumen y el peso del buque hicieron que el mecanismo de lanzamiento se bloqueara. Poco después de su botadura la compañía de navegación de Brunel quebró e incluso el mismo Brunel falleció en extrañas circunstancias. El día de su muerte, el capitán del barco se había quejado al jefe de los mecánicos de haber sido despertado por "golpes que vienen de abajo".

Y las desgracias seguían sucediéndose: una de las chimeneas de Great Eastern explotó, matando a seis personas y destruyendo el gran salón. Tras este incidente todo pareció calmarse pero, durante el transcurso de la cuarta travesía del Atlántico, un viento de través torció una de las ruedas de álabes y proyectó los botes salvavidas a la borda. Y lo más extraño de todo: Mucha gente e quejaba de unos ruidos y golpeteos que se oían en el barco.

El Great Eastern pudo completar la travesía, pero este sería su último viaje. Sus últimos propietarios tuvieron dificultad hasta para librarse de su chatarra. En 1885, mientras que se acababa de desmontarlo, los soldadores hicieron un extraño hallazgo: detrás de una alfombra que envolvía unas enmohecidas herramientas, descubrieron el cuerpo del carpintero desaparecido, encajado entre ambas separaciones metálicas del casco del Great Eastern.

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