Un hombre sueña, cada noche, con los placeres de la fortuna. En sus quimeras es millonario, respetado y amado por cientos de mujeres, tanto sucesiva como simultáneamente. Cuando el hombre despierta, cada mañana, se encuentra en su cuarto y una mujer, a la que llama esposa, babea eternamente su almohada. Al rato lo despiertan dos niños bastantes feos, que insisten en llamarlo padre. Luego de un penoso viaje, llega a su trabajo, donde un jefe lo maltrata por unas pocas monedas.
Sin embargo, cuando llega la noche, sueña y en sus sueños él es otro y vive una vida que le parece robada. El dolor se hace más fuerte en las mañanas, cuando sus ilusiones se deshacen y se reencuentra con la mujer de la eterna baba.
Con la llegada del otoño, el sueño se le extiende y debe apurarse para llegar al trabajo. Ese atraso será fundamental. El día se le trastoca y pierde el transporte que lo empuja al trabajo. Desesperado, espera en una esquina. De pronto ve como un lujoso auto se detiene y abre la puerta. No lo duda y entra. Allí se encuentra con él, es decir consigo pero siendo el del sueño. Sin hablarse, ambos, él y él, se desnudan y cambian sus pertenencias. Al terminar el trámite, el otro baja para ser él. Ese día será el mejor de sus días.
Llegada la noche, en su mansión, lo acompaña una modelo que lo excita. Sin embargo lo vence el cansancio. Y sueña. Sueña con una habitación donde una mujer duerme a su lado. Ella no babea sino que sonríe y lo llena de besos. A veces los interrumpen dos niños, que se le parecen bastante.
Cada día despertará y volverá a aquella esquina, esperando que el otoño trastoque el día del otro y puedan intercambiar sus ropas.
Fuente: Soloenanos.com
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