Esta historia arranca cuando una familia de clase media, de cualquier ciudad, le roban un coche. Tras poner la correspondiente denuncia, al cabo de dos semanas, suelen recibir una carta al domicilio que dice más o menos esto:
Estimado Señor,
Ante todo pedirle mil disculpas por el robo de su coche. Yo tan solo lo tomé prestado ante una situación, que de verdad le prometo que era de vida o muerte. Le ruego sepa perdonármelo.
El coche está aparcado en la calle (la que sea), con el depósito lleno y recién lavado.
De verdad espero que pueda entender como una persona ante una situación límite puede actuar como yo lo he hecho.
Para pedirle perdón le remito junto con esta carta dos invitaciones para que acuda usted y su esposa, a la representación de Rigoletto, que tendrá lugar en el Teatro Real el próximo jueves.
Espero acepte este presente y pueda perdonar mi falta.
Atentamente,
Un arrepentido.
El matrimonio cuando recibe esta carta pues se alegra de que todavía existan personas así en el mundo y por supuesto acepta e intenta corresponder a esa especie de gratitud del ladrón arrepentido y, cómo no, se van el jueves siguiente al teatro a ver Rigoletto. ¿Qué ocurre? Pues que cuando vuelven a casa después de la ópera descubren que su casa ha sido desvalijada por unos ladrones.
La policía les dice que este es un método usado por los ladrones para asegurarse que la casa está vacía durante el robo.
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No hay que confiar mucho en los "buenos samaritanos"
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