Las Galletas Asesinas

Linda Burnett, de 23 años, residente en San Diego, fue a un supermercado cercano a hacer las compras.
En el transcurso de la tarde, mucha gente la vio sentada en su auto con las ventanillas subidas y los ojos cerrados, con ambas manos detrás de la cabeza.
Un cliente que había estado en el supermercado un rato se preocupó y se acerco al automóvil. Se dio cuenta de que Linda había abierto los ojos y que presentaba un extraño aspecto.
Le preguntó si se encontraba bien, y Linda contestó que le habían pegado un tiro en la nuca y que llevaba una hora sujetando su masa encefálica.
El hombre llamó a un médico que para poder entrar en el coche tuvo que romper la ventanilla, ya que el coche estaba cerrado y Linda se negaba a quitar las manos de su cabeza.
Cuando finalmente entraron, descubrieron que Linda tenía un pegajo de bollo blando en su cabeza. Un paquete de galletas había explotado por el calor, haciendo un ruido fuerte, y el pegoste le había dado en la nuca. Cuando se toco para ver que era, solo sintió algo blando, así que pensó que se trataba de su cerebro. En un principio se desmayó, pero se recuperó enseguida y trato de sujetar su cerebro durante más de una hora hasta que alguien vino en su ayuda.

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