Una chilena está de intercambio en Alemania (o en Australia, según otra versión). En una noche de lujuria, la chica se agarra un alemán (o australiano) un poco mayor y se lo sonsaca. Cuando termina la fiesta, el vejete la invita a su departamento, pero ella recupera la cordura y prefiere volver a su casa. A los pocos días, la estudiante chilena tiene la boca llena de erupciones. Asustada, concurre al dermatólogo, quien le diagnostica un extraño herpes que se contagiaba a través de los muertos. O sea que el alemanote (o australianote) era en realidad necrofílico. Con el tiempo, la chica se enteró por las páginas policiales que su besuqueador era en realidad un sicópata que llevaba señoritas a su departamento, las mataba y luego procedía a quererlas mucho, mucho.
¿Es esto posible?
Cuando un doctor especializado se enteró de esta historia, casi se murió de la risa. “¿Cómo un muerto va a tener herpes?”, fue lo primero que dijo. El especialista aclaró que cuando una persona fallece, mueren con él todos los tejidos y virus Y los herpes son virus, por lo tanto, no existe ninguna infección transmitida por muertos.
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