Seguro que alguna vez alguien te ha contado la aventura que le aconteció mientras circulaba con su vehículo por una estrecha y revirada carretera de montaña y sufrió un percance, bien un pequeño lapsus con la gasolina, bien de otra índole mecánica cualquiera.
Este es precisamente el denominador común a todas estas leyendas, una apartada y solitaria carretera y una avería en el coche, además de un misterioso motorista que aparece en el momento y lugar oportunos para crear esta leyenda.
No falla, tras la avería el desdichado conductor no encuentra ninguna solución a su problema y, por supuesto, dado lo apartado de la zona el móvil no tiene ni una mísera rayita de cobertura. Su desesperación va a más mientras pasan los minutos sin que nadie asome su cabeza por aquella zona hasta que un zumbido en la lejanía acaba por convertirse en el poderoso rugido de una moto de gran cilindrada que se acerca veloz como el rayo hasta el lugar del percance deteniéndose justo al lado del conductor y ofreciendo su ayuda.
Aquí ya comienzan a variar las distintas versiones de la leyenda según lo que le haya ocurrido al vehículo. Si el problema es una avería mecánica, el motorista se ofrece a cercarle hasta el teléfono más cercano donde podrá avisar al servicio de grúa, y si por el contrario el problema es que el despistado conductor olvidó llenar el depósito de su vehículo y éste se quedó sin combustible, el motorista, amablemente, le acercará hasta la gasolinera más cercana y le traerá de vuelta con un bidón de gasolina para que el coche arranque de nuevo.
Sin embargo, es común en todas que, en el momento de la despedida, el motorista se saque el casco para saludar y el estupefacto conductor se encuentra frente a frente con la cara del mismísimo rey de España, cuya afición por las dos ruedas es harto conocida en todo el país. La cara que se le queda al protagonista es de auténtica película.
Fuente: paisdelocos.com
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