El Aniversario

Se dice que por allá por los 80, en un lujoso barrio de las afueras de los Ángeles, una jovencita llamada Elizabeth Jones, prestaba sus servicios como niñera. Todos decían que era muy buena, y lo era, lo malo es que no dudaba en ponerles películas terroríficas a los niños, ya que las adoraba. A Elizabeth (a la que desde ahora llamaremos Liza) le gustaban mucho lo relacionado con el miedo: espiritismos, maldiciones... 

Bueno, todo empieza una noche en que los Sr. Smid salen por ahí. Para cuidar de los niños llaman a Liza. Cuando se van, los niños le piden a Liza ver una película de terror, y aun que ella dice que no las aguantan, acaba cediendo, pues le encanta ver la cara de terror que pone la gente. En fin, ven un trozo de la película, pero los niños no la soportan, así que se van corriendo a sus camas llegado a un punto de la película bastante terrorífico sin que Liza les diga nada. Liza se disponía a ver el resto de la película cuando llamaron a la puerta. Abrió. Ante ella apareció una mujer rubia, algo bajita, pero esbelta.

-Hola-dijo casi en un susurro-. Querría hablar con Susan, es decir, la señora Smid.

-En este momento no está. Contestó Liza.
-Ammm...Y, ¿podría esperarla dentro? Mire, es que yo soy su hermana pequeña. Me llamo Cloe.

Liza dudó, pero al reconocer a la misma mujer en una foto, le dejó entrar. En seguida se pusieron a hablar. A Liza le gustaba Cloe. Tenía los mismos gustos que ella, sobretodo eso: el miedo. Quizá hablaron durante 3 horas. Llegando a medianoche, Cloe se levantó, miro el reloj que había sobre una pequeña mesa y dijo:

-Mi hermana tarda demasiado... No puedo quedarme más, debo irme. Ya la vendré a ver mañana. Adiós, Liza. Espero volver a verte.

Liza insistió en que se quedara un poco más, pero no consiguió convencerla. Asomada a la puerta veía como se alejaba. Entonces ocurrió algo extraño, cuando cruzaba el cruce de mitad de la calle se esfumó. Liza pensó que no tenía importancia: había algo de niebla. Media hora después llegaron los Smid. Pagaron a Liza más de lo debido, como agradecimiento Liza decidió ser más cordial de lo normal, y alegremente les preguntó:

-Y ¿qué? ¿Cómo se lo han pasado en la fiesta?

Entonces, la señora Smid confesó entre lágrimas que no habían ido de fiesta, si no que habían ido al aniversario de la muerte de Cloe, su hermana, que había muerto hacía un año atropellada en el cruce de esa misma calle.

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