Un grupo de amigos decide darle al más tonto del grupo una dosis de LSD, durante una fiesta. No tuvo que pasar mucho rato para que el tonto comenzara a alucinar, y al final sus amigos no lo volvieron a ver esa noche. Pero a la mañana siguiente, varios de ellos recibieron un mensaje al más puro estilo de Sé lo que hicieron el verano pasado. A los celulares de varios de ellos llegó un texto que decía “Lo tengo”. Como nadie entendía, decidieron ir a la casa del tonto a ver qué sucedía con el mensaje. Pero éste seguía “en viaje”, repitiendo “lo tengo, lo tengo” e indicando hacia su armario. Aquí la historia se divide.
Algunos dicen que lo que el tonto tenía en el closet era un niñito con síndrome de Down. El tonto había pensado que era un duende, y lo había encerrado en su closet, amarrado. La otra versión dice casi lo mismo, pero en lugar del niñito, había un enano.
¿Es esto posible?
Según la opinión de una siquiatra, el LSD puede producir alucinaciones de este tipo, ya que genera trastornos de conciencia y hacen vivir experiencias que están fuera de las habituales. “Se construye una realidad distinta: se puede ver, sentir e incuso oler de otra forma”, agrega la especialista.
Conclusión: No seas un tonto.
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Menuda tontería.
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