Un grupo de estudiantes en su último año, montaron una fiesta a la que, con ánimos de divertirse y burlarse, invitaron al chico más tonto del instituto.
La “víctima” engañada llegó a la casa donde, supuestamente, habría de celebrarse la fiesta, encontrándose las luces apagadas, y todo en silencio. Esperó unos minutos sentado en el escalón de la entrada principal. Un rato más tarde escuchó un grito de mujer, y vio aparecer a una compañera del instituto, que corría perseguida por un encapuchado. El muchacho reaccionó de inmediato y, sin pensarlo dos veces, se arrojó contra el acosador tirándolo al suelo, con tan mala fortuna, que el encapuchado murió al golpearse la cabeza contra el borde de la acera. La joven comenzó a chillar y a golpear a su “salvador”, mientras de la casa iban saliendo los demás miembros del grupo.
Cuando le quitaron la capucha al presunto criminal, ante la Policía, claro está, el joven, víctima del juego, descubrió que se trataba del dueño de la casa, y organizador de la fiesta que, junto a los demás, tenía pensado gastarle una broma “inocente”...
Conclusión: Creerse Superhéroe puede resultar peligroso.
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