Un enano sueña con una mujer. En el sueño, ambos están en un bar y no se conocen. Ella lleva un ajustado vestido blanco y descansa apoyada contra una columna. Tiene un cuerpo de exacta belleza. Él se acerca y le dice: "no perdamos el tiempo; quiero amarte". Ella parecía esperarlo y de inmediato aparecen en un hotel, donde se entregan a las caricias, ante de amarse como fieras.
El sueño se repite por meses y la mujer es ya una obsesión. Pero él no se conforma con soñarla y la busca en cuanto bar conoce o le indican. Como talismán viste las ropas con las que se sueña cada noche.
La llegada del verano le hace más corto el dormir y dispone de más tiempo para visitar bares y en su recorrida encuentra uno bastante familiar. Tal como lo había esperado, dentro, encuentra a la mujer con ese vestido blanco y descansando contra una columna. El enano camino con la seguridad de un actor que ha representado una escena miles de veces. Cuando la alcanza, de su boca se descuelga la frase repetida cada noche: "no perdamos el tiempo; quiero amarte". Ella, que parecía esperarlo, y de inmediato le patea los genitales. Luego, lo echan a los golpes del bar. Desde esa noche el hombre no volvió a soñarla.
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