El
hallazgo de un barco a la deriva sin nadie que lo tripulara pero en perfectas
condiciones, desató uno de los mayores misterios del mar.
Corría
el día 5 de diciembre del año 1872 cuando, alrededor de las tres de la tarde,
la goleta Dei Gratia, que hacía la ruta Nueva York-Gibraltar divisó, cerca de
las Islas Azores, una embarcación.
Después
de enviarles varias señales sin respuesta, el capitán del Dei Gratia, el señor
Moorhouse, embarcó en un bote junto con su segundo, el señor Deveaux y dos
marineros para investigar aquel barco.
Se
trataba del bergantín británico Mary Celeste y, cuando aquellos hombres
subieron a bordo no encontraron a nadie en él.
Se
sabía que el barco estaba gobernado por el capitán Benjamin Briggs al que
acompañaban, aparte de su tripulación, su esposa y su hija pequeña.
Inmediatamente
los cuatro hombres pensaron que la tripulación del bergantín habría sufrido un
ataque pirata, algo que descartaron en seguida ya que, aparte de que no había
signos de lucha, la carga como la caja fuerte del capitán, estaban intactas.
Durante
el registro se hallan, entre otras cosas, la pipa del capitán aún caliente así
como tazas de té tibio y la comida preparada. La
última anotación en el cuaderno de bitácora data del 25 de noviembre, 10 días
antes del hallazgo, sin embargo, las velas se encuentran desplegadas y en
perfecto estado.
Durante
ese registro se encontraron cosas realmente misteriosas que no hicieron más que
aumentar la incertidumbre en los marinos del Dei Gratia. Del
camarote del capitán tan solo faltaba el cronómetro y el sextante así como
ciertos papeles náuticos, estando el resto de los efectos intactos.
Los
marineros se sorprendieron cuando encontraron en el camarote un hacha con lo
que parecían restos de sangre así como manchas similares en la borda del barco.
Sin
embargo, lo que más llamó la atención de estos hombres fueron unas extrañas
marcas producidas por instrumentos cortantes, a unos 50 cm de la línea de
flotación y que, según el informe que se presentó eran “muy recientes y no
producidas por la acción del tiempo”.
Se
inicia el juicio por el caso
Después
de remolcar al Mary Celeste y de presentar un informe el 13 de diciembre, un
tribunal marítimo se dispuso a juzgar lo acontecido.
En
un primer momento, se tomó como sospechosa a la tripulación del Dei Gratia ya
que, según las leyes del mar, cualquier barco que encontrase a otro a la
deriva, podría exigir el cobro de una prima del valor total. Y el Mary Celeste
estaba valorado en 8.500 libras.
Este
hecho alimentaba la hipótesis de que la Dei Gratia había abordado al bergantín
y había matado a la tripulación para hacerse con la carga. De ahí el hacha y
las manchas de sangre.
Sin
embargo, un informe del doctor Patron, que estuvo silenciado nada menos que 14
años, desmentía estas afirmaciones ya que de aquellas manchas se dijo que:
“…me veo autorizado, dado el estado actual de nuestros conocimientos
científicos, a declarar que no hay restos de sangre…”.
Varias
Hipótesis
El
caso del Mary Celeste pronto llamó la atención de las gentes de aquella época
y, como no podía ser de otro modo, empezó a especularse sobre las posibles
causas de este fenómeno.
Teorías
tan alocadas como la que sugería que el navío había sido atacado por un monstruo
u otra en la que se aseguraba que la tripulación había ido a explorar un islote
que, de pronto, desapareció, se unieron a otras muchas elucubraciones de
personas como Sir Arthur Conan Doyle.
En
efecto, el padre de Sherlock Holmes, formuló la teoría según la cual, el
cocinero se volvió loco y fue envenenando a todos hasta que el mismo se suicidó
instantes antes de que apareciese la Dei Gratia.
Otra
teoría, esta de carácter más científico, afirmaba que el pan que portaba a
bordo estaba invadido de un hongo alucinógeno llamado cornezuelo y que, al
ingerirlo sembró la locura en la tripulación y acabaron por matarse entre
ellos.
Finalmente,
el tribunal encargado de juzgar los hechos, dictaminó que la tripulación del
Mary Celeste asesinó al capitán y a su familia y huyeron a continuación.
Parecía
que el caso se había zanjado aunque la gente no estaba en absoluto de acuerdo
con la sentencia de este tribunal.
Un
misterioso manuscrito entra en escena
En
el año 1913 la revista inglesa “Strand” recibió un paquete con varias
cuartillas escritas por parte de un tal Abel Fosdyke y que, al parecer,
revelaban el misterio del Mary Celeste.
Abel
conocía al capitán Briggs quien, para proteger a Abel de ciertos problemas con
la justicia, le embarcó en el Mary Celeste. El
nuevo tripulante contó cómo un día, el capitán junto a dos de sus marineros se
lanzaron al agua en un intento por demostrar que se podía nadar con la ropa
puesta mientras el resto de la tripulación observaba divertida la escena.
Lo
que pasó a continuación fue que aquellos nadadores fueron atacados por los
tiburones y, al escuchar los gritos, las personas del barco hicieron fuerza
sobre el barandal y al final cayeron todas al agua. Los tiburones dieron buena
cuenta de ellas a excepción del propio Fosdyke quien pudo agarrarse y llegar a
costas norteafricanas después de varios días a la deriva. Dicha
revista, aunque publicó el manuscrito, no otorgó el más mínimo crédito a esta
narración.
No
se sabe realmente que pudo ocurrirle a la tripulación de Mary Celeste, pero lo
que sí es seguro es que no se trató de un hecho aislado ya que varios barcos,
en diferentes épocas, sufrieron hechos similares como el Carroll A. Dering, el
Varath o el J.C Cousins.
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