Era
el
año
2006,
en
aquella
Venezuela
claramente
acentuada
por
el
acontecer
político
en
el
que
atravesaba.
Una
Sra
cualquiera
en
una
residencias
de
clase
media
cualquiera.
Esta
sera
era
una
acérrima
opositora
del
gobierno
del
Presidente
Chávez,
veía
Globovisión
desde
que
se
levantaba
hasta
que
se
acostaba,
en
su
casa
estaba
prohibido
ver
otra
canal
que
no
fuera
ese,
escuchaba
programas
en
la
radio
con
clara
tendencia
opositora,
asistía
sin
falta
a
todas
las
marchas
y
concentraciones
que
los
dirigentes
opositores
convocaban,
en
fin,
todos
estos
elementos
fueron
radicalizando
la
postura
política
de
esta
señora,
quien
a
su
edad
añoraba
aquellos
años
donde
se
vivía
mejor
con
los
Adecos.
Cuentan
que
una
vez,
en
los
sucesos
de
abril
de
2002,
ésta
señora
calentaba
calderos
con
aceite
por
si
se
le
ocurría
a
algún
“rojo
marginal”
invadir
su
territorio.
Un
día la Sra se enteró de que el gobierno tenía un plan para
remplazar bombillos incandescentes por ahorradores y que Cuba
prestaría la colaboración a través de un convenio con Venezuela de
enviarle los bombillos. Se dice que en poco tiempo comenzó el rumor
de que los bombillos tenían una cámara oculta para espiar a los
venezolanos, para observar como se comportaban, para ver si tenían
mas de dos televisores para quitárselos y dárselos a los vagos
chavistas. Todo este rumor radicalizó la postura de la Sra diciendo
“Ahora si es verdad que estos coñoemadres chavistas se pasaron, ya
basta de tanto miedo, si a esa gente se le ocurre venir para acá a
cambiarme mis bombillos amarillos me van a conocer el apellido”.
Una
mañana suena el timbre del apartamento de la señora, se encontraba
sola, al mirar por el ojo mágico de la puerta pudo apreciar a un
negro con aspecto de “obrero pobretón”, la radical señora ya
tenía su cuartada lista, se juró que no dejaría entrar a ese
chavista marginal a cambiarle sus bombillos, así que buscó un bate
de madera que su esposo conservaba, se acercó a la puerta con
cautela, cual leona acercándose a su presa, al llegar a la puerta no
lo pensó, abrió rápidamente la puerta y se abalanzó con todas sus
fuerzas sobre el negro, propinándole un gran batazo en la cabeza y
matándolo casi instantáneamente. Lo que no sabía la Sra es que el
hombre que había matado, creyendo que era un enviado de Chávez y
Fidel, no era más que un trabajador de la CANTV que venía a
resolver un problema en el teléfono de la Sra que había reportado dos
días antes.
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Chafota y charrota
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